03 abril 2008

Vecinos "criollos" piden el desalojo de familias tobas


Vecinos contra vecinos. Desde el martes pasado, en Rosario, un grupo de alrededor de 200 familias humildes ocupó un predio descampado ubicado en Juan José Paso y avenida Travesía y levantó pequeñas viviendas precarias. Todos vivían en el viejo asentamiento lindero, conocido como el barrio Toba de la Travesía, que está desde hace tiempo al borde del colapso por el crecimiento poblacional y la falta de espacio. En tanto, otro grupo, denominado “vecinos autoconvocados” de Reconquista y Travesía, se opone a “la usurpación” porque, sostiene, “fomenta el clima de inseguridad” y adelantó que solicitará al juez que interviene que se expida a favor del desalojo solicitado por el propietario del predio. Por su parte, las personas que ocuparon el terreno, en su mayor parte pertenecientes a la comunidad aborigen Qom (toba), comentaron a El Ciudadano que tomaron la decisión ante la situación de hacinamiento en la que viven y porque el terreno, por el que vienen reclamando desde hace años, “sigue abandonado y sin definición legal”.
“Belindia: mitad Bélgica, mitad India”. Algunos comentaristas de las nuevas economías ultraconcentradas de los años 90 describían con este juego de palabras el destino de las sociedades bajo un patrón material, en donde unos pocos se enriquecen a niveles exorbitantes mientras que, por otro lado, se multiplica la pobreza en forma exponencial.
Algo parecido aún se observa en una ciudad como Rosario, en donde sobre las márgenes ribereñas se levantan lujosos edificios para una próspera clase social, mientras que más allá de los bulevares los asentamientos están al borde de su capacidad, y en una pieza viven y duermen una docena de personas.
Y es el caso del barrio toba de la Travesía, en donde también viven “criollos”, como se encargan de destacar los propios integrantes de la comunidad aborigen. Pero hay otros “criollos” con los que parece que no pueden llegar a un acuerdo: son otros vecinos de la zona y comerciantes que no quieren más asentamientos y alientan a la policía para que desaloje a las familias.
El espacio en cuestión comprende unas 45 hectáreas linderas a las vías del ferrocarril y está en el centro de una disputa que lleva varios años. El predio ya había sido ocupado en 2004 por las mismas personas, pero la comunidad aborigen, en acuerdo con las autoridades municipales y provinciales, decidió retirarse hasta que se resolviera el tema legal de las tierras, lo que hasta ahora, según los ocupantes, no ha ocurrido.
En aquel momento también se opuso el mismo grupo de vecinos y comerciantes aledaños que justificó su pedido por la inseguridad que se vive en la zona. Ahora adelantaron que un supuesto empresario rosarino que es dueño del terreno presentó ante la Justicia un pedido de desalojo y que el juez de la causa aún no se expidió. Por esa razón piden que los ocupantes sean desalojados cuanto antes.

Del lado de las familias que levantaron las precarias viviendas con palos y chapas, y que además dividieron en parcelas el terreno, dijeron desconocer tal situación y agregaron que las autoridades tanto provinciales como municipales incumplieron los acuerdos establecidos en su momento, de solucionar el tema legal no sólo de esa parte del predio, sino de todo el asentamiento que ocupa desde hace más de 30 años la comunidad aborigen.
La zona era la primera parada de las familias que llegaban desde la provincia del Chaco, colgadas de los trenes cargueros. En distintas oleadas, desde finales de los 60 hasta los años 90, la comunidad toba creció. Pero la situación se ha tornado crítica en los últimos años, “con familias de cuatro a seis hijos que ya no tienen lugar para vivir y con jóvenes que arman nuevas parejas y no tienen dónde ir”.
“No tenemos referentes, este es un movimiento de toda la comunidad”, dijo uno de los hombres que tomó el terreno y que pidió la reserva de su identidad porque, añadió, “este es un reclamo colectivo de toda la comunidad asentada en la zona”.