09 octubre 2007

Archivo digital en clave qom



Un grupo de jóvenes tobas que nació y habita el barrio de Rouillón al 4300 está empeñado en rescatar historias, costumbres, leyendas y vivencias de su pueblo, con la intención de afianzar las marcas de identidad que suelen quedar veladas en los procesos migratorios como el experimentado por la comunidad aborigen local. Junto a un grupo de “blancos” liderado por una antropóloga y a partir de varios talleres que se iniciaron en 2005, se originó el proyecto Biblioteca Popular Étnica Qomlaqtaqá, un archivo digital sonoro, fotográfico y textual que documentará parte de una cultura caracterizada por la tradición oral.Con la intención de que “la riqueza cultural le gane la batalla a la pobreza material” que suele marcar a los pueblos originarios, la antropóloga Marcela Valdata emprendió un camino que fue trazado por los propios miembros de la comunidad. “Ellos mismos fueron quienes empezaron a preguntarse sobre aquellas cosas que empezaban a perder de su cultura en momentos en que la migración a la gran ciudad los había puesto en contacto con una mayor posibilidad de adquisición de bienes materiales. De alguna forma, en ese proceso empezaron a pensar con cuántas riquezas culturales contaban”, explicó, para luego puntualizar que el grupo de jóvenes que participa en el proyecto nació en Rosario. De ahí la necesidad de volver sobre los propios pasos para conocer y retomar aquellas antiguas tradiciones. Los mismos jóvenes reconocieron a su lengua como una de las marcas de identidad más significativas que debían recobrar. “Es que los chicos que nacieron en la ciudad escuchan hablar qom (la lengua toba) a sus padres y lo entienden perfectamente, pero es algo que sólo tiene sentido en el ámbito doméstico. No ocurre lo mismo en la calle, en la escuela, con otros pares, donde ya no hay posibilidad de intercambio lingüístico. De ahí una de las principales trabas para mantener la tradición oral”, dijo quien además es docente e investigadora en las Escuela de Antropología de las Facultad de Humanidades y Artes de la UNR.Luego del primer taller y de un largo proceso de elaboración que se extiende a la actualidad –y en el que participan la fotógrafa Virginia de la Puente, el ilustrador Maximiliano Toni y Roberto García en la digitalización– se empezaron a tomar los primeros registros orales, entrevistas que se realizaron a las personas más ancianas del barrio. El proceso de creación del libro digital o “biblioteca parlante” incluye varias etapas como escuchar las entrevistas en qom, transcribirlas a un texto escrito a pesar de tratarse de una lengua originalmente oral y también escribir los mismos registros en castellano. “Los mismos chicos pidieron un tercer registro en inglés, un tema que si bien lo tenemos presente no podremos incluirlo en esta primera experiencia por falta de recursos”, aclaró. Con el bagaje del qom como lengua materna, Ruperta Pérez es una de las “informantes” clave del proyecto, es decir, una de las fuentes que atesora valiosa información sobre la comunidad toba, no sólo destinada a transmitir a sus integrantes sino a todas aquellas personas que pretenden conocer la cultura y la historia de un pueblo que desde hace más de cuatro décadas decidió emigrar del Chaco a Rosario. “Desde hace tiempo notamos que docentes, estudiantes o personas interesadas tienen curiosidad por saber sobre nosotros, sobre todo lo que tenemos para contar sobre nuestros ancestros. Sin embargo, siempre nos encontramos con el mismo obstáculo: en Santa Fe no hay bibliografía con información ni material, como sí ocurre en Chaco y Formosa”, afirmó la referente de la comunidad, quien habita el barrio de Rouillón al 4300. Con la referencia obligada e irremediable de que el qom es una lengua oral y no escrita, Ruperta señala la importancia de registrar leyendas, historias, vivencias y cantos que tradicionalmente se difundieron de generación en generación y que ahora necesitan ser rescatados para luego retransmitirse. “Lo que ocurre es que estamos como perdidos en esta gran ciudad –relata– y tal vez la experiencia sea una oportunidad para reencontrarnos, para recuperar parte de nuestra cultura y la dignidad de nuestros jóvenes”. También en la etapa inicial se capacitó a los jóvenes en técnicas fílmicas y fotográficas a medida de que iban apareciendo los temas de mayor interés que surgieron a través de los relatos y las historias de vidas de aquellos miembros de la comunidad que habían migrado. En ese camino los chicos se interesaron por las antiguas costumbres, la forma de relacionarse con la naturaleza, las danzas, los recursos para curar enfermedades a través del uso de hierbas como el walaganic (palo azul) o el torolokik (sombra del toro). Además, los chicos rescataron una serie de cuentos y fábulas originales como la leyenda de tonolec (pájaro sagrado); o del zacaq, “un personaje muy pícaro y envidioso, el zorro, que por querer imitar el águila y volar como ella terminó muy mal cuando una tormenta le mojó las plumas”. Cada sábado, quienes participan en la construcción de la biblioteca digital se reúnen en la cooperativa del barrio Rouillón, lugar que se convirtió en un espacio obligado de encuentro. Entre los integrantes está el hijo de Ruperta, José Alonso, uno de los diez jóvenes del grupo, que tiene 19 años y en 2005 se convirtió en precursor de la idea de la biblioteca. “Con los chicos de nuestra edad nos dimos cuenta de que estábamos muy desinformados sobre nuestra cultura, y la mejor forma de conocerla era consultando a nuestros ancianos, para que nos contaran sus historias”, dijo el muchacho, quien con su cámara recorre las calles del barrio toba para capturar las imágenes que luego se incorporarán al libro digital. “Lo cierto es que las marcas identitarias, aún en los jóvenes que nacieron en la ciudad, son muy fuertes, siempre afloran. Por más que parezcan invisibles su cultura está presente en forma permanente. Y se observa en la sensibilidad con que algunos de los chicos se expresan, tanto al dibujar como a la hora de sacar fotos, momentos en que siempre se inclinan por la naturaleza, las características del barrio y la dimensión del espacio”, concluyó Valdata.

Por Mariela Mullhal - foto: Héctor Rio
Publicado en EL CIUDADANO
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