Acampe de protesta
fotografía: gentileza de Matías Sarlo
Hace 15 días que un grupo de integrantes de la Corriente Clasista y Combativa (CCC) mantiene ocupada en Rosario la plaza San Martín, ubicada en pleno centro, frente a la sede local de la gobernacion provincial. Se trata de vecinos de distintas barriadas pobres, de la periferia de la ciudad, entre los que se encuentran integrantes de los asentamientos de las comunidades aborígenes tobas. A continuación una crónica publicada en el suplemento local de Pagina/12, Rosario/12, por José Maggi
Benjamín López, 48 años. "Vivimos en una casita de chapa, y estamos cansados, no se aguanta más".Los manifestantes de la Corriente Clasista y Combativa que acampan desde hace once días en la Plaza San Martín rechazaron ayer una oferta del gobierno provincial: Esta vez la propuesta alcanzaba a 3.500 personas, e incluía un jogging, un par de medias, y uno de zapatillas, una frazada, un colchón, dos garrafas de gas y dos kilos de carne. "Pero dejaba afuera uno de los puntos que la gente considera elementales: la entrega de materiales de construcción, que básicamente servirán para un contrapiso para una casilla tipo de cuatro metros por cuatro", explicó Eduardo Delmonte dirigente de la CCC, quien adelantó que hoy al mediodía se hará una asamblea general en la misma plaza para definir una nueva contrapropuesta. Anoche, el obispo José Luis Mollaghan se llegó hasta la plaza, habló con los manifestantes, tomó mate y se retiró dejando una "buena impresión entre todos nosotros", dijeron desde la CCC."La gente rechazó la propuesta oficial porque la oferta del gobierno no preveía la entrega de materiales de construcción, por lo cual bajamos esa oferta a quienes estaban en la plaza y se rechazó. Mañana (por hoy) se harán reuniones vecinales y al mediodía una asamblea general para definir un nueva propuesta", explicó Delmonte.En el mismo sentido aclaró que "se habían planteado materiales para construir un contrapiso para una casilla tipo de cuatro metros por cuatro metros , que para una familia es importante, pero ellos dijeron que no podían, y tampoco lo compensaron con otros elementos. Así que se trabó allí la negociación".El dirigente social aclaró que " no es un capricho, tener un piso de material en lugar de tierra, es una mejora a largo plazo para un sector social que solo resuelve básicamente la subsistencia alimentaria".Según detalló el dirigente la oferta de ayer alcanzaba a 3.500 personas contra las 2.000 de los primeros días, e incluía un conjunto jogging, un par de medias, un par de zapatillas, una frazada, un colchón, además de una garrafa de gas este mes y otra el mes que viene, y se completaba con un vale por dos kilos de carne".Finalmente puesto a evaluar los once días de negociación, Delmonte reconoció que " si lo comparamos con el inicio hemos progresado, pero la situación se ha ido dilatando tanto, que lo que hubiese bastado para resolverlo de inmediato, hoy después de once días, no alcanza".Historias de la Plaza Francisco Ubilla, Pancho, vive en barrio Delliot, en Rouillón 4200, tiene 57 años y está desocupado, vive de hacer changas, "arreglando lavarropas". Dice que está en la plaza "acompañando a los compañeros, apoyando sus pedidos". Pancho tiene su historia en peleas: "Era gastronómico, y siempre discutía con los patrones exigiendo que se cumplan con a los francos y los sueldos. Y siempre me terminaban despidiendo", recuerda. "Eran tiempos difíciles, pero enseguida conseguía otra trabajo. Ahora no es así, ahora estos gobiernos peronistas no son peronistas, si se levantara Perón de la tumba los mataría a todos", remarca indignado.Pancho no está de acuerdo con la entrega de ropa o calzado, sino que reclama dinero: "Un subsidio porque uno no puede ir con una zapatilla a pagarle al almacenero o la farmacia".Maida Genchef, tiene 20 años, es del barrio Tacuarita, en Rouillón 4400."Vine desde el Chaco hace 5 años para poder estar mejor, pero es al revés porque el gobierno acá es más duro que allá. Estoy hace dos años con la Corriente Clasista y tuvimos todas peleas fuleras. Ahora se han logrado algunas cosas, y queremos algo más, pero no quieren aflojar", dice a modo de resumen sobre la última disputa entablada por la organización.Maida durmió una semana en la plaza y "la verdad es que es muy duro". "La espalda recibe todo el frío, por mas que pongas diarios en el piso" confiesa revelando el truco más extendido en las precarias casillas de cartón y nylon improvisadas en la Plaza San Martín.Pero el frío no es el único enemigo. También la policía. "La otra noche vino el Comando y empezó a tirar tiros. Era una locura había madres con chicos chiquitos, y ellos no respetaron nada" apunta en referencia a la madrugada en que una vidriera de un comercio de Dorrego y Córdoba fue rota por un grupo de jóvenes.Para Maida el otro gran frente de batalla es la opinión de la gente." Vinimos tranquilos, pero la gente que sale por televisión habla muy mal de nosotros, dicen que somos choros, que somos drogados y un montón de cosas que no son ciertas. Me gustaría que vengan un día con nosotros y vean que lo único que hacemos es pedir lo que es justo. Y que no divertido estar diez días en la plaza".Su vida en barrio Tacuarita no es fácil: "Vivo en una casita de chapa, de cuatro metros por cuatro junto con mi marido, y adelante esta mi mamá con seis chicos, en una casa parecida a la mía. Es muy feo vivir así, con el frío que pasamos. Fue horrible, nunca nos pasó esto. Y encima ahora por pedir una ayuda nos tratan de criminales.Benjamín López, tiene 48 años, es un hombres grueso, de rasgo aborigen, coherentes con su sangre toba. Vive desde hace 12 años en la comunidad de avenida de la Travesía y Almafuerte. Habla pausado, claro, hilvanando las frases, con mesura, como describiendo cada uno de los días en que ha vivido en la pobreza. "Tengo tres hijos y una casita muy precaria, llena de humedad. Además de mis tres chicos tengo a mi nieto, que vive muy mal por este frío. Por eso pedimos salud y vivienda. Vivimos en una casita de chapa, y estamos cansados de vivir así. Por eso pedimos ayuda para solucionar este tema. A mi edad ya he agarrado mucho frío y ya no aguanto más", confiesa.El modo de vida de Benjamín ante la falta de trabajo es el de otros tantos miembros de su comunidad: el cartoneo. "Junto con mi hijo juntamos cartones, y cuando llegamos a los cien kilos, lo vendemos por 35 pesos. Eso nos alcanza para comprar la comida de un día. Si al otro día no salgo, no tenemos para comer", relata.Por eso, estos diez días de protesta le han costado mucho. "Estoy esperando la respuesta del gobierno y estamos sin trabajar todos estos días". Al igual que sus hermanos tobas Benjamín es manso y paciente. Y mientras mira caer el sol tibio en la tarde del viernes, sigue teniendo tiene esperanzas:"Si el gobierno se pone la mano en el corazón tiene que haber una solución. Es el único que puede darla".Alicia Lencina tiene 33 años, vive en la Travesía y Juan José Paso, y reconoce que "cuando vinimos me imagine que tendríamos una respuesta enseguida, pero veo que han pasado muchos días con mucho frío para los chicos" Prueba de esto es que uno de sus seis pibes, el de doce años, está a su lado, sobre un colchón, en un improvisado dormitorio bajo un ligustro seco por el invierno, con fiebre.Alicia aclara que a diferencia de muchos de los que acampan desde hace una semana y media frente a la sede local de la Gobernación su "casa es de material, pero la última inundación nos llevó el piso. Además -agrega- mi marido es discapacitado y no puede trabajar, asi solo nos mantenemos con un plan de 150 pesos"."Con seis chicos esa plata no me alcanza, y otra posibilidad no tengo" dice Alicia al tiempo que sus ojos se llenan de lágrimas, mezcla de impotencia e indignación.A pesar de todo lo que falta en su hogar, ella trata que sus hijos estudien. Su hija de 18, a su lado, es prueba de ese esfuerzo." Yo no sé leer ni escribir, asi que no puedo conseguir un trabajo digno. Por eso no quiero que mis hijos pasen por lo mismo, que se sientan que no son nadie porque no podés conseguir un trabajo. Y no le quiero dar estos ejemplos a mis hijos, por eso los mando a estudiar a todos. Para que sean algo más que yo", dice explicando asi porque reclaman una ayuda económica.Pero si en el debe anota su falta de educación, en el haber apunta las lecciones aprendidas en años de militancia en la Corriente Clasista y Combativa. "He aprendido que hay que luchar y no bajar los brazos, que hay que luchar por los hijos para que nunca anden en la calle. Y trato de que aprendan a vivir con esos poquitos pesos que tenemos, que aprendan a vivir con lo que hay. Y les enseño que no roben, y que no se droguen. Trato de darles lo que puedo, pero no quiero que lleguen a eso. Sería lo peor".
Hace 15 días que un grupo de integrantes de la Corriente Clasista y Combativa (CCC) mantiene ocupada en Rosario la plaza San Martín, ubicada en pleno centro, frente a la sede local de la gobernacion provincial. Se trata de vecinos de distintas barriadas pobres, de la periferia de la ciudad, entre los que se encuentran integrantes de los asentamientos de las comunidades aborígenes tobas. A continuación una crónica publicada en el suplemento local de Pagina/12, Rosario/12, por José Maggi
Benjamín López, 48 años. "Vivimos en una casita de chapa, y estamos cansados, no se aguanta más".Los manifestantes de la Corriente Clasista y Combativa que acampan desde hace once días en la Plaza San Martín rechazaron ayer una oferta del gobierno provincial: Esta vez la propuesta alcanzaba a 3.500 personas, e incluía un jogging, un par de medias, y uno de zapatillas, una frazada, un colchón, dos garrafas de gas y dos kilos de carne. "Pero dejaba afuera uno de los puntos que la gente considera elementales: la entrega de materiales de construcción, que básicamente servirán para un contrapiso para una casilla tipo de cuatro metros por cuatro", explicó Eduardo Delmonte dirigente de la CCC, quien adelantó que hoy al mediodía se hará una asamblea general en la misma plaza para definir una nueva contrapropuesta. Anoche, el obispo José Luis Mollaghan se llegó hasta la plaza, habló con los manifestantes, tomó mate y se retiró dejando una "buena impresión entre todos nosotros", dijeron desde la CCC."La gente rechazó la propuesta oficial porque la oferta del gobierno no preveía la entrega de materiales de construcción, por lo cual bajamos esa oferta a quienes estaban en la plaza y se rechazó. Mañana (por hoy) se harán reuniones vecinales y al mediodía una asamblea general para definir un nueva propuesta", explicó Delmonte.En el mismo sentido aclaró que "se habían planteado materiales para construir un contrapiso para una casilla tipo de cuatro metros por cuatro metros , que para una familia es importante, pero ellos dijeron que no podían, y tampoco lo compensaron con otros elementos. Así que se trabó allí la negociación".El dirigente social aclaró que " no es un capricho, tener un piso de material en lugar de tierra, es una mejora a largo plazo para un sector social que solo resuelve básicamente la subsistencia alimentaria".Según detalló el dirigente la oferta de ayer alcanzaba a 3.500 personas contra las 2.000 de los primeros días, e incluía un conjunto jogging, un par de medias, un par de zapatillas, una frazada, un colchón, además de una garrafa de gas este mes y otra el mes que viene, y se completaba con un vale por dos kilos de carne".Finalmente puesto a evaluar los once días de negociación, Delmonte reconoció que " si lo comparamos con el inicio hemos progresado, pero la situación se ha ido dilatando tanto, que lo que hubiese bastado para resolverlo de inmediato, hoy después de once días, no alcanza".Historias de la Plaza Francisco Ubilla, Pancho, vive en barrio Delliot, en Rouillón 4200, tiene 57 años y está desocupado, vive de hacer changas, "arreglando lavarropas". Dice que está en la plaza "acompañando a los compañeros, apoyando sus pedidos". Pancho tiene su historia en peleas: "Era gastronómico, y siempre discutía con los patrones exigiendo que se cumplan con a los francos y los sueldos. Y siempre me terminaban despidiendo", recuerda. "Eran tiempos difíciles, pero enseguida conseguía otra trabajo. Ahora no es así, ahora estos gobiernos peronistas no son peronistas, si se levantara Perón de la tumba los mataría a todos", remarca indignado.Pancho no está de acuerdo con la entrega de ropa o calzado, sino que reclama dinero: "Un subsidio porque uno no puede ir con una zapatilla a pagarle al almacenero o la farmacia".Maida Genchef, tiene 20 años, es del barrio Tacuarita, en Rouillón 4400."Vine desde el Chaco hace 5 años para poder estar mejor, pero es al revés porque el gobierno acá es más duro que allá. Estoy hace dos años con la Corriente Clasista y tuvimos todas peleas fuleras. Ahora se han logrado algunas cosas, y queremos algo más, pero no quieren aflojar", dice a modo de resumen sobre la última disputa entablada por la organización.Maida durmió una semana en la plaza y "la verdad es que es muy duro". "La espalda recibe todo el frío, por mas que pongas diarios en el piso" confiesa revelando el truco más extendido en las precarias casillas de cartón y nylon improvisadas en la Plaza San Martín.Pero el frío no es el único enemigo. También la policía. "La otra noche vino el Comando y empezó a tirar tiros. Era una locura había madres con chicos chiquitos, y ellos no respetaron nada" apunta en referencia a la madrugada en que una vidriera de un comercio de Dorrego y Córdoba fue rota por un grupo de jóvenes.Para Maida el otro gran frente de batalla es la opinión de la gente." Vinimos tranquilos, pero la gente que sale por televisión habla muy mal de nosotros, dicen que somos choros, que somos drogados y un montón de cosas que no son ciertas. Me gustaría que vengan un día con nosotros y vean que lo único que hacemos es pedir lo que es justo. Y que no divertido estar diez días en la plaza".Su vida en barrio Tacuarita no es fácil: "Vivo en una casita de chapa, de cuatro metros por cuatro junto con mi marido, y adelante esta mi mamá con seis chicos, en una casa parecida a la mía. Es muy feo vivir así, con el frío que pasamos. Fue horrible, nunca nos pasó esto. Y encima ahora por pedir una ayuda nos tratan de criminales.Benjamín López, tiene 48 años, es un hombres grueso, de rasgo aborigen, coherentes con su sangre toba. Vive desde hace 12 años en la comunidad de avenida de la Travesía y Almafuerte. Habla pausado, claro, hilvanando las frases, con mesura, como describiendo cada uno de los días en que ha vivido en la pobreza. "Tengo tres hijos y una casita muy precaria, llena de humedad. Además de mis tres chicos tengo a mi nieto, que vive muy mal por este frío. Por eso pedimos salud y vivienda. Vivimos en una casita de chapa, y estamos cansados de vivir así. Por eso pedimos ayuda para solucionar este tema. A mi edad ya he agarrado mucho frío y ya no aguanto más", confiesa.El modo de vida de Benjamín ante la falta de trabajo es el de otros tantos miembros de su comunidad: el cartoneo. "Junto con mi hijo juntamos cartones, y cuando llegamos a los cien kilos, lo vendemos por 35 pesos. Eso nos alcanza para comprar la comida de un día. Si al otro día no salgo, no tenemos para comer", relata.Por eso, estos diez días de protesta le han costado mucho. "Estoy esperando la respuesta del gobierno y estamos sin trabajar todos estos días". Al igual que sus hermanos tobas Benjamín es manso y paciente. Y mientras mira caer el sol tibio en la tarde del viernes, sigue teniendo tiene esperanzas:"Si el gobierno se pone la mano en el corazón tiene que haber una solución. Es el único que puede darla".Alicia Lencina tiene 33 años, vive en la Travesía y Juan José Paso, y reconoce que "cuando vinimos me imagine que tendríamos una respuesta enseguida, pero veo que han pasado muchos días con mucho frío para los chicos" Prueba de esto es que uno de sus seis pibes, el de doce años, está a su lado, sobre un colchón, en un improvisado dormitorio bajo un ligustro seco por el invierno, con fiebre.Alicia aclara que a diferencia de muchos de los que acampan desde hace una semana y media frente a la sede local de la Gobernación su "casa es de material, pero la última inundación nos llevó el piso. Además -agrega- mi marido es discapacitado y no puede trabajar, asi solo nos mantenemos con un plan de 150 pesos"."Con seis chicos esa plata no me alcanza, y otra posibilidad no tengo" dice Alicia al tiempo que sus ojos se llenan de lágrimas, mezcla de impotencia e indignación.A pesar de todo lo que falta en su hogar, ella trata que sus hijos estudien. Su hija de 18, a su lado, es prueba de ese esfuerzo." Yo no sé leer ni escribir, asi que no puedo conseguir un trabajo digno. Por eso no quiero que mis hijos pasen por lo mismo, que se sientan que no son nadie porque no podés conseguir un trabajo. Y no le quiero dar estos ejemplos a mis hijos, por eso los mando a estudiar a todos. Para que sean algo más que yo", dice explicando asi porque reclaman una ayuda económica.Pero si en el debe anota su falta de educación, en el haber apunta las lecciones aprendidas en años de militancia en la Corriente Clasista y Combativa. "He aprendido que hay que luchar y no bajar los brazos, que hay que luchar por los hijos para que nunca anden en la calle. Y trato de que aprendan a vivir con esos poquitos pesos que tenemos, que aprendan a vivir con lo que hay. Y les enseño que no roben, y que no se droguen. Trato de darles lo que puedo, pero no quiero que lleguen a eso. Sería lo peor".
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